domingo, 26 de agosto de 2012

Publicado el 24-01-11 por diario "EL TELEGRAFO"












Vicente Nevárez Rojas

Administración del turismo 
“Para saber cómo llegar, debemos preguntarnos primero a dónde queremos ir y, solo entonces, elegiremos el camino a tomar”. 

Veo con mucha preocupación los esfuerzos del Gobierno por sacar adelante al turismo de nuestro país sin que se vislumbre mejora, como el propio Presidente la ha manifestado, y en tanto se siga insistiendo en un manejo caracterizado por la voluntad, compromiso y emotividad, a mi modesto entender, seguiremos igual.
Al turismo, más que vocación y buenas intenciones, hay que entenderlo, y sucede que no solo en Ecuador, sino en casi toda América Latina, uno de los problemas básicos en la administración del turismo es que, muchas veces, está dirigido por personas desconocedoras de esta actividad, ya que solo basta con que pertenezcan al entorno del turismo.
De hecho alguna vez un ex funcionario ecuatoriano, cuyo nombre por razones obvias omito, manifestó que para dirigir a la actividad del turismo no se necesitaba experiencia alguna.
Y será acaso esta una poderosa razón para que nuestro país no entre en la etapa de maduración, dado a que solo atiende lo esencialmente coyuntural. Se abordan proyectos sobre la base de alguna fiesta cívica de algún evento local, nacional o internacional, que a veces es hasta repentino, descuidando el desarrollo de este sector en conocimiento de realidades de mercados internos y externos en función, fundamentalmente, de nuestras capacidades de respuestas.
La publicidad que hacemos se refiere en buena parte a imágenes geográficas de nuestra enriquecida naturaleza, sin advertir, muchas veces, cuantas de esas imágenes constituyen realmente un producto turístico. La empresa privada, por su parte, se esmera en ofrecer servicios con estándares de calidad inmejorable, pero nadie en el mundo que quiera hacer turismo viaja por dormir o comer.
En el aspecto social, existe carencia de espacios con estándares de calidad que den cabida a la población de bajos ingresos, porque la concepción que hemos asumido está dirigida a consolidar a las empresas que atienden consumos de medianos y altos ingresos, cuando bien podemos afianzar un frente común sin distinción que a todos beneficie, pero hay que saber hacerlo.
Si la administración del turismo atiende por igual los aspectos relacionados con el territorio, mercado de consumo y sociedad, tendríamos con seguridad un crecimiento racional y mayor, en beneficio de usuarios y servidores. La administración pública del turismo debe dar paso a un manejo social sobre la base de incorporar al turismo interno ignorado en la ley respectiva. Países como Argentina o México lo privilegian sobre el receptivo, casi siempre atendido por el sector informal, que razonablemente capacitado merece la oportunidad de ser tomado en cuenta. Solo que un régimen de turismo interno supone una política integral respecto al uso del tiempo libre y se vuelve complejo cuando incorporamos necesariamente los espacios vitales que hace posible su aprovechamiento.
De asumir posturas como las señaladas, daríamos origen a una sinergia de efectos económicos y sociales de extraordinarios beneficios, que se evidenciarán cuando la demanda de servicios, respondiendo a una estrategia en este marco, mejore sustancialmente la oferta.
Pero hay algo más, solo un turismo interno consolidado puede adecuar y fortalecer la oferta para una demanda receptiva.
La tarea que defina nuestra identidad turística, no concluida hasta ahora, habrá terminado. Imagen y posicionamiento del país siempre será el resultado de lo bien que hagamos o dejemos de hacer en este sector. En América, al menos, el vino es a la nación de Chile, por ejemplo, lo que nosotros no logramos todavía que Galápagos, o algo que nos distinga, sea al Ecuador
Artículos socio-políticos del mismo autor en:
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