Administración del turismo
“Para saber cómo llegar, debemos preguntarnos
primero a dónde queremos ir y, solo entonces, elegiremos el camino a tomar”.
Veo con mucha preocupación los esfuerzos del Gobierno por sacar adelante al turismo de nuestro país sin que se vislumbre mejora, como el propio Presidente la ha manifestado, y en tanto se siga insistiendo en un manejo caracterizado por la voluntad, compromiso y emotividad, a mi modesto entender, seguiremos igual.
Veo con mucha preocupación los esfuerzos del Gobierno por sacar adelante al turismo de nuestro país sin que se vislumbre mejora, como el propio Presidente la ha manifestado, y en tanto se siga insistiendo en un manejo caracterizado por la voluntad, compromiso y emotividad, a mi modesto entender, seguiremos igual.
Al turismo, más que
vocación y buenas intenciones, hay que entenderlo, y sucede que no solo en
Ecuador, sino en casi toda América Latina, uno de los problemas básicos en la
administración del turismo es que, muchas veces, está dirigido por personas
desconocedoras de esta actividad, ya que solo basta con que pertenezcan al
entorno del turismo.
De hecho alguna vez
un ex funcionario ecuatoriano, cuyo nombre por razones obvias omito, manifestó
que para dirigir a la actividad del turismo no se necesitaba experiencia
alguna.
Y será acaso esta
una poderosa razón para que nuestro país no entre en la etapa de maduración,
dado a que solo atiende lo esencialmente coyuntural. Se abordan proyectos sobre
la base de alguna fiesta cívica de algún evento local, nacional o
internacional, que a veces es hasta repentino, descuidando el desarrollo de
este sector en conocimiento de realidades de mercados internos y externos en
función, fundamentalmente, de nuestras capacidades de respuestas.
La publicidad que
hacemos se refiere en buena parte a imágenes geográficas de nuestra enriquecida
naturaleza, sin advertir, muchas veces, cuantas de esas imágenes constituyen
realmente un producto turístico. La empresa privada, por su parte, se esmera en
ofrecer servicios con estándares de calidad inmejorable, pero nadie en el mundo
que quiera hacer turismo viaja por dormir o comer.
En el aspecto
social, existe carencia de espacios con estándares de calidad que den cabida a
la población de bajos ingresos, porque la concepción que hemos asumido está
dirigida a consolidar a las empresas que atienden consumos de medianos y altos
ingresos, cuando bien podemos afianzar un frente común sin distinción que a
todos beneficie, pero hay que saber hacerlo.
Si la
administración del turismo atiende por igual los aspectos relacionados con el
territorio, mercado de consumo y sociedad, tendríamos con seguridad un
crecimiento racional y mayor, en beneficio de usuarios y servidores. La
administración pública del turismo debe dar paso a un manejo social sobre la
base de incorporar al turismo interno ignorado en la ley respectiva. Países
como Argentina o México lo privilegian sobre el receptivo, casi siempre atendido
por el sector informal, que razonablemente capacitado merece la oportunidad de
ser tomado en cuenta. Solo que un régimen de turismo interno supone una
política integral respecto al uso del tiempo libre y se vuelve complejo cuando
incorporamos necesariamente los espacios vitales que hace posible su
aprovechamiento.
De asumir posturas
como las señaladas, daríamos origen a una sinergia de efectos económicos y
sociales de extraordinarios beneficios, que se evidenciarán cuando la demanda
de servicios, respondiendo a una estrategia en este marco, mejore
sustancialmente la oferta.
Pero hay algo más,
solo un turismo interno consolidado puede adecuar y fortalecer la oferta para
una demanda receptiva.
La tarea que defina
nuestra identidad turística, no concluida hasta ahora, habrá terminado. Imagen
y posicionamiento del país siempre será el resultado de lo bien que hagamos o
dejemos de hacer en este sector. En América, al menos, el vino es a la nación
de Chile, por ejemplo, lo que nosotros no logramos todavía que Galápagos, o
algo que nos distinga, sea al Ecuador