Vicente
Nevárez Rojas
PROPUESTAS
VIABLES
La pérdida de calidad de los recursos naturales es un hecho que se evidencia por la presencia de actividades mal orientadas, entre las cuales está la turística, consecuencia de un inexistente ordenamiento territorial del espacio en que éstas se desenvuelven.
La pérdida de calidad de los recursos naturales es un hecho que se evidencia por la presencia de actividades mal orientadas, entre las cuales está la turística, consecuencia de un inexistente ordenamiento territorial del espacio en que éstas se desenvuelven.
En turismo los atractivos son
recursos no perecible y fuentes inagotables de ingreso, que es, sin duda,
nuestra más fuerte y segura posibilidad de crecimiento, de ahí que es inexcusable no contar con propuestas
capaces de poder competir sin angustia en un mercado cercado por una producción
mundial que nos absorbe a pasos agigantados.
Hay que tener una concepción
clara del espacio turístico al que siempre nos referimos en todo planteamiento
que, por una parte, son los atractivos emplazados en un territorio en cuestión
y, por otra, el equipamiento de servicios más la infraestructura básica que,
unidos, constituyen el producto turístico, sobre el que, sólo entonces, opera
la oferta y la demanda.
Esto nos lleva a considerar
aspectos complejos que resolver, como por ejemplo:
·
Concretar un sistema turístico sobre la
base de realidades tangibles, capacidad de respuesta y exigencia de la demanda.
·
Establecer formas de ocupación del
territorio y necesidades de superficie por actividad e intensidad.
·
Definir capacidad ecológica y límites
turísticos de las reservas naturales.
·
Determinar límites de dilución ambiental
de áreas en general.
·
Control de posibles agresiones al
paisaje natural original.
·
Compatibilizar a la actividad turística con
la actividad propia del ambiente natural.
·
Proyectos turísticos con normas de
protección ambiental, etc.
Quedan muchas
otras dimensiones que pudieran establecerse, pero lo importante es el reconocer
que, al amparo de un esquema debidamente definido, podemos evitar una posible
errada orientación de servicios y actividades o, lo que es peor, sobredimensionamientos
que, al saturar un determinado entorno, se malogre y termine por anular al
atractivo.
En la naturaleza el paisaje no se
diseña, se adapta, cosa que no ocurre con un parque urbano, donde el ambiente
natural es inventado en función de la participación humana.
Cosa similar sucede con el turismo rural que es, de algún modo,
naturaleza intervenida por el hombre. El paisaje aquí siempre será una meta,
así como el acervo cultural de sus pobladores, sólo que estos lugares requieren
de una sostenida intervención del Estado, tanto capacitando, a quienes lo
habitan, en el cuidado de su medio natural, como facilitándoles normas de
servicios turísticos, previendo que aspiraciones a rentabilidad no termine por
degradar el ambiente.
Es que como la ciencia ecológica
no tiene una firme postura con fines recreativos, el turismo aparece como la
actividad estratégica en el control de impactos ambientales y beneficios
económicos.
Propuestas referidas a nuestras
potencialidades como bien puntualiza el columnista, economista Humberto
Mancero, claro que son viables, si nos habituamos a hacer las cosas contextualmente
y con conocimientos.
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